Hoy no escribo para hacer memoria, ni para dejar constancia del día. Hoy escribo para abrir camino.
Hay algo extraño en este ejercicio de venir cada mañana a poner palabras, como quien afina un instrumento que aún no domina. Es un gesto sencillo, repetido, pero que tiene algo de obra mayor: te obliga a escucharte y a no moverte del sitio hasta que aparece una frase que respira contigo.
Hoy he visto claro que el camino no se encuentra: se escribe. Se desgrana un poco cada día, como una cuerda tensa que decide por fin sonar limpia.
En realidad, no quiero que estos posts sean un diario.
Quiero que sean un mapa. Un mapa de cómo estoy reconstruyendo mi nombre, mi voz y mi luz, después de un año que casi me dejó sin aire.
Y mientras escribo, algo se abre.
Un hueco, una brizna, un resplandor mínimo.
Suficiente para seguir.
Hoy solo quería decir eso.
Que el camino se escribe mientras avanzas.