Hoy es domingo 30 de noviembre y, por primera vez en mucho tiempo, siento que el día está siendo un poco más ligero que otros.

Yo, Ángel Monroy García, sigo aquí, escribiendo, aunque a veces cueste sostener la luz o fijar la vista.

No ha pasado nada espectacular: no ha llegado una gran noticia, no se ha firmado ningún contrato, no se ha caído del cielo ninguna señal luminosa que lo cambie todo.

Pero sí ha pasado algo importante: he seguido escribiendo.

Este blog nació ayer con una imagen muy potente: un león y yo, cara a cara. Hoy la escena es más sencilla: yo delante del ordenador, en silencio, cumpliendo la promesa de seguir creando palabra a palabra, día a día.

Escribir aquí tiene para mí varios sentidos:

Dar espacio a mi voz en internet, hablando de tecnología, emprendimiento y vida desde mi propia experiencia.

Ordenar lo que he vivido: los giros, las dudas, las decisiones difíciles y las lecciones que se quedan.

Dejar un rastro para el futuro: que mi hijo, mis amigos, mis socios y quien llegue después puedan leer algo que nazca directamente de mí, sin filtros.

Hoy no vengo a contar grandes hazañas. Vengo a dejar constancia de algo que, para mí, es enorme: no me he rendido.

Sigo adelante con mis proyectos, sigo afinando mi rumbo y sigo construyendo, poco a poco, esta casa digital desde la que quiero compartir ideas, aprendizajes y visiones sobre lo que viene.

Si estás leyendo esto, gracias por estar al otro lado en un domingo cualquiera. A veces el verdadero cambio no llega en los días de fuegos artificiales, sino en estos: los días tranquilos en los que, simplemente, elegimos seguir.